Idania Trujillo / La Habana, 2016.

Idania Trujillo: ¿Quiénes se dedican a esta manifestación de las artes visuales en la isla, cuáles son sus poéticas, estéticas y las temáticas que trabajan…? Una joven investigadora responde a estas y otras preguntas desde una mirada comprometida y crítica.

Aldeide Delgado: Desde que estudiaba en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, Aldeide Delgado comenzó a interesarse por investigar sobre las mujeres que tenían a la fotografía como medio de expresión artística, fue escudriñando en los laberintos de la historia de la fotografía, la estética del arte… En ese camino hizo hallazgos, afirmó certezas y se hizo preguntas que le motivaron nuevas preguntas, se puso los espejuelos de género y así, poco a poco, fue reuniendo información hasta que concibió el Catálogo de Fotógrafas Cubanas, “que en estos momentos —según nos explica—, está en proceso de diseño y estructuración y ya cuenta con un equipo de trabajo orientado a su viabilización desde la perspectiva editorial”.

IT: ¿En qué medida consideras que el Catálogo… contribuye a la visibilización de este arte en Cuba y a la dignificación de las mujeres creadores que utilizan este medio de expresión? ¿Qué nombres, temáticas y estéticas destacarías dentro de este proyecto para caracterizar la creación fotográfica femenina cubana de estos tiempos?

AD: Ha sido un proyecto fascinante por las historias descubiertas, las autoras reveladas y las fotografías que he podido encontrar. Es una labor de búsqueda y rescate que definitivamente podrá tener otros proyectos derivados de esta investigación inicial. Pretende —y en ese sentido radica su contribución— generar una cartografía, una tradición de fotógrafas que provea de paradigmas y referentes a las creadoras contemporáneas, a la vez que reconoce y evalúa sus creaciones. En cuanto a temáticas destaco el tratamiento del cuerpo, la autorreferencialidad, el discurso de género, la exploración del sexo, la identidad y, también, una tendencia más objetual y experimental que halla en las creadoras disímiles exponentes. Entre ellas: Grethell Rasúa, Sandra Ramos, Susana Pilar Delahante, María Cienfuegos, Marianela Orozco, Lisandra Isabel García, Linet Sánchez, Leysis Quesada y Khadis de la Rosa, entre otros.

IT: ¿Cómo definirías el arte fotográfico hecho por mujeres en Cuba, en términos de tendencias, temáticas y poéticas? En este entendido, ¿se puede hablar de una fotografía femenina o feminista?

AD: Voy a empezar a responder la última pregunta porque me interesa explicar detalladamente los conceptos de fotografía femenina que no es lo mismo que feminista. En primer lugar, no soy partidaria del término “fotografía femenina”, sino de fotografía donde se problematizan las subjetividades y universos femeninos. Mi oposición al primero radica en el criterio esencialista asentado en la frase. Una “fotografía femenina” implica reconocer la existencia de una “fotografía masculina”, y eso sería caer en el mismo sistema sexo/género del que queremos salir. ¿Cuáles serían los rasgos de la llamada fotografía femenina? ¿Sería acaso aquella que aborda temas banales, intrascendentes, introspectivos? ¿Dónde insertaríamos la obra de María Eugenia Haya, Nereida García o Mayra A. Martínez? ¿O es que en sus casos se trata de la reproducción de un discurso masculino hegemónico? Nelly Richard en Masculino-femenino. Prácticas de la diferencia y cultura democrática ha escrito que “la estética femenina suele connotar un arte que expresa a la mujer tomada como dato natural y no como categoría simbólico-discursiva, formada y deformada por los sistemas de representación universal”. Arte femenino —continúa diciendo Richard— sería el arte representativo de una feminidad universal o de una esencia de lo femenino que ilustra un universo de valores y sentidos asociados a la sensibilidad, corporalidad y afectividad que el reparto masculino-femenino le ha tradicionalmente reservado a la mujer.

Por otro lado, el arte feminista asume de forma consciente una posición crítica respecto a las imágenes estereotipadas de las mujeres y se involucra en cambios sociales específicos como forma de activismo y de incidencia en el propio mundo del arte. Por ejemplo, en 1972, la galería londinense Half Moon inició el proyecto fotográfico Women on Women que integraba a las fotógrafas Maggie Murray, Sally Greenhill, Val Wilmer y Angela Phillips. Estas creadoras —autodefinidas feministas— comenzaron a considerarse a partir de la exhibición como un colectivo de discusión y crítica de las representaciones femeninas, a la vez que estudiaban la generación de alternativas al uso de la fotografía en la sociedad capitalista. Publicaban fotografías de manifestaciones de mujeres por la legislación del aborto y combinaban el diseño gráfico con la composición de sus imágenes para crear textos en apoyo a las marchas. El arte feminista —según Eli Bartra, pionera de los estudios en el arte con perspectiva de género— representa una lucha, una rebeldía en contra de la condición subalterna de las mujeres. Es una postura consciente tanto en la producción artística como en el campo teórico que se suma a las pugnas reivindicativas en el terreno social, cultural y de los derechos civiles.

Ahora bien, en Cuba existen muchas fotógrafas preocupadas por abordar los conflictos de género, sin embargo, el tratamiento de estos tópicos continúa, en parte, siendo estereotipado y carente de soluciones más enriquecedoras tanto a nivel temático como conceptual. Se percibe la impronta de la labor creativa de Marta María Pérez y Cirenaica Moreira en algunas, mientras otras hallan en una poética del objeto los elementos necesarios para el discurso de un imaginario sobre lo femenino.  Sin lugar a dudas, uno de los aportes de realizar una investigación cuyo centro sea la labor de las creadoras, radica en la posibilidad de analizar desde una perspectiva crítica el cómo las mujeres se miran a sí mismas, en un contexto en el que siempre se les ha posicionado del otro lado de la cámara. El Catálogo de Fotógrafas Cubanas es una contribución en este sentido, porque visibilizará el trabajo que han estado haciendo, y sobre todo, para la más contemporáneas puede significar un punto de reflexión con respecto a sus antecesoras y en qué medida se reconocen o no en esa tradición.

La insistencia en mi respuesta a la pregunta si existe una fotografía femenina o feminista en Cuba está dada en que no considero apropiado referirnos a la fotografía realizada por mujeres como una “fotografía femenina” debido a los elementos anteriormente explicados; como tampoco podemos hablar de una fotografía feminista pues, aun cuando algunas autoras incursionan en la temática de género, no se halla un posicionamiento político, una participación consciente y activa en la realidad social, a la vez que rechazan o temen que su obra sea analizada desde esta perspectiva. Las fotógrafas no desarrollan un arte diferente al de los artistas. No hacen un arte femenino. Su distinción parte de una actitud que exige la revisión de la historia en busca de modelos ocultos y la posibilidad de revelar áreas temáticas desde una perspectiva de género.

IT: ¿Qué rasgos diferencian a las fotógrafas que en Cuba se inclinan hacia el arte fotográfico más documental de aquellas que lo asumen desde una perspectiva más creativa?, y aclaro que para mí ambas expresiones son artísticas.

AD: Si, exactamente debemos hacer una aclaración de conceptos pues no me siento cómoda haciendo una distinción entre fotografía documental y otra más creativa. De hecho, creo que en estos momentos debemos ampliar o revisar los juicios sobre los que seguimos catalogando a la fotografía cubana. Frecuentemente se habla de fotografía documental como aquella más directa o testimonial y fotografía conceptual definida por un carácter quizás más creativo y de manipulación. Creo que debemos ser más flexibles con estas categorizaciones y propiciar una interpretación más abierta del lenguaje fotográfico. Algunos(as) artistas pretenden la deconstrucción de los códigos de la fotografía documental mediante la “subjetivación” de conceptos como el reportaje y el fotoperiodismo, otros(as) se conducen hacia una imagen más escenificada, posada o performática y también se dan aproximaciones desde una corriente experimental. José Antonio Molina ha declarado que “la imagen fotográfica ha dejado de verse como un objeto encerrado en su especificidad técnica y lingüística, para verse y pensarse como un objeto mixto, abierto a cruces de lenguajes y referencias textuales. Los eventos se escenifican, los objetos se inventan, los sujetos se disfrazan”. Desde esta perspectiva, puedo decirte que muchas veces las fotógrafas practican una y otra tendencia. Algunas asumen mayores niveles de determinación y solo se concentran en una variante, mientras otras exploran mediante la concepción de series o proyectos, los diferentes modos de hacer.

IT: He observado que en la historia de la fotografía —en sentido general, pero sobre todo la que hacen las mujeres— es frecuente lo autorreferencial para encarar temas sociales o sociológicos, como por ejemplo, la vejez, el deterioro social, espiritual, el consumismo, la religión, la raza, la maternidad, las representaciones de género, el erotismo… ¿A qué crees que se deba esto?

AD: Como bien planteas la práctica autorreferencial no es un fenómeno exclusivo de las creadoras. Ya en su tesis de maestría, Onedys Calvo reconoce la proliferación de los discursos sobre la identidad y la reafirmación del individuo, desde los años noventa del siglo pasado. Artistas como René Peña, Marta María Pérez, Sandra Ramos, Aimée García, Elvis Céllez, Carlos José García u otros más contemporáneos como Carlos Martiel, Susana Pilar Delahante o el ganador de la Beca de creación 2014, Rigoberto Oquendo (Chacho), desarrollan una producción, a veces de forma puntual, que desde la indagación del yo problematizan el contexto sociocultural.

Sin embargo, para las artistas mujeres la relación entre autorreferencialidad y fotografía parte de una tradición asentada en la década del sesenta aproximadamente. La fotografía y el video fueron los soportes usados por las autoras feministas con el propósito, en primer lugar, de alejarse de los géneros tradicionales de lo artístico y en segundo lugar, de construir una narración que partiera de lo autobiográfico, de una visión personal que demostrara la pluralidad y diversidad de las mujeres en contraposición a un deber ser hegemónico. Ese deber ser asentado desde el proceso de gestación establece en las mujeres el criterio de feminidad asociado a la madre, la esposa, la mártir, la sacrificada, la ideal…, en un constante ser para los otros y no para sí, como también ya ha expresado Marcela Lagarde. Ellas —nosotras— nos encontramos frente a un contexto donde temáticas como la maternidad, por ejemplo, son constantemente idealizadas, ignorando con ello los trastornos, peligros, miedos y dificultades que enfrentan las mujeres en esta etapa.

Así, las creadoras hallan en la fotografía el medio ideal para registrar su entorno, su vida cotidiana y su cuerpo en un intento de exploración y reconocimiento. Para ellas el definirse fuera de los valores de una identidad asignada y en correspondencia a sus experiencias particulares de vida corresponde un factor de gran importancia. De ahí que la autorrepresentación sea un ejercicio frecuente en el proceso de reafirmación como sujetos y de resignificación de sus cuerpos, preocupaciones y anhelos frente a un discurso patriarcal.

IT: Desde los 2000 existe una abundante producción fotográfica hecha por mujeres en Cuba, que si bien es diversa y heterogénea en sus temáticas y estéticas, lamentablemente es desconocida a nivel de crítica y de espacios donde mostrarse, ¿Es que acaso las creadoras están en desventaja? ¿O es una cuestión de autolimitación? ¿Si hay producción y más aún es mayoritario el número de mujeres que estudia y practica la fotografía en Cuba, no te resulta dicotómico que su creación no alcance la visibilidad y promoción que tiene la fotografía hecha por la parte masculina?

AD: Hay muchos creadores en desventaja y eso es un problema de la comodidad crítica y de la inexistencia de una multiplicidad de espacios en donde poder mostrar tu trabajo. Hay intentos muy buenos, por ejemplo hace poco leía un texto de Grethell Morell sobre el Movimiento de Fotógrafas en Jagüey Grande, también está la multimedia Fotógrafas del nuevo milenio creada por Ana Gabriela Ballate. Dannys Montes de Oca tiene un ensayo disponible en la web, Fotógrafas cubanas contemporáneas en la construcción de género e identidades, pionero en el análisis del discurso de género en la práctica fotográfica. También el proyecto expositivo Arte cubano, voces y poéticas femeninas (1990-2013) se enfocó en la producción de las mujeres e incorporó a distintas fotógrafas. Quiero destacar la página Fotógrafas cubanas de Sandra AbdAllah-Álvarez Ramírez que desarrolla una campaña de visibilización y promoción de las creadoras, a la vez que promueve desde el proyecto artivista, La negra tiene mendó, la exploración de tópicos asociados a las problemáticas de las mujeres negras y gordas.

En el 2016, la Comunidad Artística Creativa Yeti —con sede en el municipio de Playa—convocó a la primera edición de un salón de mujeres fotógrafas en Cuba bajo el nombre Tina Modotti. En ese momento cuestioné por qué, a pesar de tener valiosas exponentes nacionales, seguimos dedicando nuestros eventos a autoras extranjeras o es que acaso María Eugenia Haya o Marta María Pérez no tienen una labor lo suficientemente amplia como para desarrollar un evento en su nombre. O quizás Encarnación Iróstegui reconocida como nuestra primera fotógrafa. Evidentemente hay una gran carencia informativa debido al, aún débil, sistema de formación artístico-fotográfico. Además, nuestros niveles de análisis y de acercamiento al medio resultan aún ineficientes, desconocedores del hacer fotográfico internacional y de modelos críticos cuestionadores. No obstante, existen evidencias y acá te he dado algunas de que la producción realizada por mujeres no está siendo pasada por alto.

En  cuanto al mayor incremento de mujeres en la fotografía debe quedar algo claro, los proyectos no son para llenar nóminas. Es decir, no vamos a realizar una exposición contando cuántas mujeres hay, cuántos hombres, cuántos negros, cuántos blancos, cuántos de provincia… Debemos evitar la invisibilización y el desconocimiento de los procesos creativos de otras regiones y grupos sociales, pero debe existir una obra que respalde su incorporación a los proyectos curatoriales e investigativos. Debe existir un juicio crítico ante todo si no, es otra cosa.

Notas:
Este artículo fue publicado originalmente en el sitio Inter Press Service en Cuba.
Cada artículo expresa exclusivamente las opiniones, declaraciones y acercamientos de sus autores y es responsabilidad de los mismos. Los artículos pueden ser reproducidos total o parcialmente citando la fuente y sus autores.
Imágenes destacadas en el artículo:
Gertrudis Rivalta. Teatrillos, 2012. Fotografía digital. © Gertrudis Rivalta. Cortesía de la artista.

Idania Trujillo / La Habana, 2016.

Idania Trujillo: ¿Quiénes se dedican a esta manifestación de las artes visuales en la isla, cuáles son sus poéticas, estéticas y las temáticas que trabajan…? Una joven investigadora responde a estas y otras preguntas desde una mirada comprometida y crítica.

Aldeide Delgado: Desde que estudiaba en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, Aldeide Delgado comenzó a interesarse por investigar sobre las mujeres que tenían a la fotografía como medio de expresión artística, fue escudriñando en los laberintos de la historia de la fotografía, la estética del arte… En ese camino hizo hallazgos, afirmó certezas y se hizo preguntas que le motivaron nuevas preguntas, se puso los espejuelos de género y así, poco a poco, fue reuniendo información hasta que concibió el Catálogo de Fotógrafas Cubanas, “que en estos momentos —según nos explica—, está en proceso de diseño y estructuración y ya cuenta con un equipo de trabajo orientado a su viabilización desde la perspectiva editorial”.

IT: ¿En qué medida consideras que el Catálogo… contribuye a la visibilización de este arte en Cuba y a la dignificación de las mujeres creadores que utilizan este medio de expresión? ¿Qué nombres, temáticas y estéticas destacarías dentro de este proyecto para caracterizar la creación fotográfica femenina cubana de estos tiempos?

AD: Ha sido un proyecto fascinante por las historias descubiertas, las autoras reveladas y las fotografías que he podido encontrar. Es una labor de búsqueda y rescate que definitivamente podrá tener otros proyectos derivados de esta investigación inicial. Pretende —y en ese sentido radica su contribución— generar una cartografía, una tradición de fotógrafas que provea de paradigmas y referentes a las creadoras contemporáneas, a la vez que reconoce y evalúa sus creaciones. En cuanto a temáticas destaco el tratamiento del cuerpo, la autorreferencialidad, el discurso de género, la exploración del sexo, la identidad y, también, una tendencia más objetual y experimental que halla en las creadoras disímiles exponentes. Entre ellas: Grethell Rasúa, Sandra Ramos, Susana Pilar Delahante, María Cienfuegos, Marianela Orozco, Lisandra Isabel García, Linet Sánchez, Leysis Quesada y Khadis de la Rosa, entre otros.

IT: ¿Cómo definirías el arte fotográfico hecho por mujeres en Cuba, en términos de tendencias, temáticas y poéticas? En este entendido, ¿se puede hablar de una fotografía femenina o feminista?

AD: Voy a empezar a responder la última pregunta porque me interesa explicar detalladamente los conceptos de fotografía femenina que no es lo mismo que feminista. En primer lugar, no soy partidaria del término “fotografía femenina”, sino de fotografía donde se problematizan las subjetividades y universos femeninos. Mi oposición al primero radica en el criterio esencialista asentado en la frase. Una “fotografía femenina” implica reconocer la existencia de una “fotografía masculina”, y eso sería caer en el mismo sistema sexo/género del que queremos salir. ¿Cuáles serían los rasgos de la llamada fotografía femenina? ¿Sería acaso aquella que aborda temas banales, intrascendentes, introspectivos? ¿Dónde insertaríamos la obra de María Eugenia Haya, Nereida García o Mayra A. Martínez? ¿O es que en sus casos se trata de la reproducción de un discurso masculino hegemónico? Nelly Richard en Masculino-femenino. Prácticas de la diferencia y cultura democrática ha escrito que “la estética femenina suele connotar un arte que expresa a la mujer tomada como dato natural y no como categoría simbólico-discursiva, formada y deformada por los sistemas de representación universal”. Arte femenino —continúa diciendo Richard— sería el arte representativo de una feminidad universal o de una esencia de lo femenino que ilustra un universo de valores y sentidos asociados a la sensibilidad, corporalidad y afectividad que el reparto masculino-femenino le ha tradicionalmente reservado a la mujer.

Por otro lado, el arte feminista asume de forma consciente una posición crítica respecto a las imágenes estereotipadas de las mujeres y se involucra en cambios sociales específicos como forma de activismo y de incidencia en el propio mundo del arte. Por ejemplo, en 1972, la galería londinense Half Moon inició el proyecto fotográfico Women on Women que integraba a las fotógrafas Maggie Murray, Sally Greenhill, Val Wilmer y Angela Phillips. Estas creadoras —autodefinidas feministas— comenzaron a considerarse a partir de la exhibición como un colectivo de discusión y crítica de las representaciones femeninas, a la vez que estudiaban la generación de alternativas al uso de la fotografía en la sociedad capitalista. Publicaban fotografías de manifestaciones de mujeres por la legislación del aborto y combinaban el diseño gráfico con la composición de sus imágenes para crear textos en apoyo a las marchas. El arte feminista —según Eli Bartra, pionera de los estudios en el arte con perspectiva de género— representa una lucha, una rebeldía en contra de la condición subalterna de las mujeres. Es una postura consciente tanto en la producción artística como en el campo teórico que se suma a las pugnas reivindicativas en el terreno social, cultural y de los derechos civiles.

Ahora bien, en Cuba existen muchas fotógrafas preocupadas por abordar los conflictos de género, sin embargo, el tratamiento de estos tópicos continúa, en parte, siendo estereotipado y carente de soluciones más enriquecedoras tanto a nivel temático como conceptual. Se percibe la impronta de la labor creativa de Marta María Pérez y Cirenaica Moreira en algunas, mientras otras hallan en una poética del objeto los elementos necesarios para el discurso de un imaginario sobre lo femenino.  Sin lugar a dudas, uno de los aportes de realizar una investigación cuyo centro sea la labor de las creadoras, radica en la posibilidad de analizar desde una perspectiva crítica el cómo las mujeres se miran a sí mismas, en un contexto en el que siempre se les ha posicionado del otro lado de la cámara. El Catálogo de Fotógrafas Cubanas es una contribución en este sentido, porque visibilizará el trabajo que han estado haciendo, y sobre todo, para la más contemporáneas puede significar un punto de reflexión con respecto a sus antecesoras y en qué medida se reconocen o no en esa tradición.

La insistencia en mi respuesta a la pregunta si existe una fotografía femenina o feminista en Cuba está dada en que no considero apropiado referirnos a la fotografía realizada por mujeres como una “fotografía femenina” debido a los elementos anteriormente explicados; como tampoco podemos hablar de una fotografía feminista pues, aun cuando algunas autoras incursionan en la temática de género, no se halla un posicionamiento político, una participación consciente y activa en la realidad social, a la vez que rechazan o temen que su obra sea analizada desde esta perspectiva. Las fotógrafas no desarrollan un arte diferente al de los artistas. No hacen un arte femenino. Su distinción parte de una actitud que exige la revisión de la historia en busca de modelos ocultos y la posibilidad de revelar áreas temáticas desde una perspectiva de género.

IT: ¿Qué rasgos diferencian a las fotógrafas que en Cuba se inclinan hacia el arte fotográfico más documental de aquellas que lo asumen desde una perspectiva más creativa?, y aclaro que para mí ambas expresiones son artísticas.

AD: Si, exactamente debemos hacer una aclaración de conceptos pues no me siento cómoda haciendo una distinción entre fotografía documental y otra más creativa. De hecho, creo que en estos momentos debemos ampliar o revisar los juicios sobre los que seguimos catalogando a la fotografía cubana. Frecuentemente se habla de fotografía documental como aquella más directa o testimonial y fotografía conceptual definida por un carácter quizás más creativo y de manipulación. Creo que debemos ser más flexibles con estas categorizaciones y propiciar una interpretación más abierta del lenguaje fotográfico. Algunos(as) artistas pretenden la deconstrucción de los códigos de la fotografía documental mediante la “subjetivación” de conceptos como el reportaje y el fotoperiodismo, otros(as) se conducen hacia una imagen más escenificada, posada o performática y también se dan aproximaciones desde una corriente experimental. José Antonio Molina ha declarado que “la imagen fotográfica ha dejado de verse como un objeto encerrado en su especificidad técnica y lingüística, para verse y pensarse como un objeto mixto, abierto a cruces de lenguajes y referencias textuales. Los eventos se escenifican, los objetos se inventan, los sujetos se disfrazan”. Desde esta perspectiva, puedo decirte que muchas veces las fotógrafas practican una y otra tendencia. Algunas asumen mayores niveles de determinación y solo se concentran en una variante, mientras otras exploran mediante la concepción de series o proyectos, los diferentes modos de hacer.

IT: He observado que en la historia de la fotografía —en sentido general, pero sobre todo la que hacen las mujeres— es frecuente lo autorreferencial para encarar temas sociales o sociológicos, como por ejemplo, la vejez, el deterioro social, espiritual, el consumismo, la religión, la raza, la maternidad, las representaciones de género, el erotismo… ¿A qué crees que se deba esto?

AD: Como bien planteas la práctica autorreferencial no es un fenómeno exclusivo de las creadoras. Ya en su tesis de maestría, Onedys Calvo reconoce la proliferación de los discursos sobre la identidad y la reafirmación del individuo, desde los años noventa del siglo pasado. Artistas como René Peña, Marta María Pérez, Sandra Ramos, Aimée García, Elvis Céllez, Carlos José García u otros más contemporáneos como Carlos Martiel, Susana Pilar Delahante o el ganador de la Beca de creación 2014, Rigoberto Oquendo (Chacho), desarrollan una producción, a veces de forma puntual, que desde la indagación del yo problematizan el contexto sociocultural.

Sin embargo, para las artistas mujeres la relación entre autorreferencialidad y fotografía parte de una tradición asentada en la década del sesenta aproximadamente. La fotografía y el video fueron los soportes usados por las autoras feministas con el propósito, en primer lugar, de alejarse de los géneros tradicionales de lo artístico y en segundo lugar, de construir una narración que partiera de lo autobiográfico, de una visión personal que demostrara la pluralidad y diversidad de las mujeres en contraposición a un deber ser hegemónico. Ese deber ser asentado desde el proceso de gestación establece en las mujeres el criterio de feminidad asociado a la madre, la esposa, la mártir, la sacrificada, la ideal…, en un constante ser para los otros y no para sí, como también ya ha expresado Marcela Lagarde. Ellas —nosotras— nos encontramos frente a un contexto donde temáticas como la maternidad, por ejemplo, son constantemente idealizadas, ignorando con ello los trastornos, peligros, miedos y dificultades que enfrentan las mujeres en esta etapa.

Así, las creadoras hallan en la fotografía el medio ideal para registrar su entorno, su vida cotidiana y su cuerpo en un intento de exploración y reconocimiento. Para ellas el definirse fuera de los valores de una identidad asignada y en correspondencia a sus experiencias particulares de vida corresponde un factor de gran importancia. De ahí que la autorrepresentación sea un ejercicio frecuente en el proceso de reafirmación como sujetos y de resignificación de sus cuerpos, preocupaciones y anhelos frente a un discurso patriarcal.

IT: Desde los 2000 existe una abundante producción fotográfica hecha por mujeres en Cuba, que si bien es diversa y heterogénea en sus temáticas y estéticas, lamentablemente es desconocida a nivel de crítica y de espacios donde mostrarse, ¿Es que acaso las creadoras están en desventaja? ¿O es una cuestión de autolimitación? ¿Si hay producción y más aún es mayoritario el número de mujeres que estudia y practica la fotografía en Cuba, no te resulta dicotómico que su creación no alcance la visibilidad y promoción que tiene la fotografía hecha por la parte masculina?

AD: Hay muchos creadores en desventaja y eso es un problema de la comodidad crítica y de la inexistencia de una multiplicidad de espacios en donde poder mostrar tu trabajo. Hay intentos muy buenos, por ejemplo hace poco leía un texto de Grethell Morell sobre el Movimiento de Fotógrafas en Jagüey Grande, también está la multimedia Fotógrafas del nuevo milenio creada por Ana Gabriela Ballate. Dannys Montes de Oca tiene un ensayo disponible en la web, Fotógrafas cubanas contemporáneas en la construcción de género e identidades, pionero en el análisis del discurso de género en la práctica fotográfica. También el proyecto expositivo Arte cubano, voces y poéticas femeninas (1990-2013) se enfocó en la producción de las mujeres e incorporó a distintas fotógrafas. Quiero destacar la página Fotógrafas cubanas de Sandra AbdAllah-Álvarez Ramírez que desarrolla una campaña de visibilización y promoción de las creadoras, a la vez que promueve desde el proyecto artivista, La negra tiene mendó, la exploración de tópicos asociados a las problemáticas de las mujeres negras y gordas.

En el 2016, la Comunidad Artística Creativa Yeti —con sede en el municipio de Playa—convocó a la primera edición de un salón de mujeres fotógrafas en Cuba bajo el nombre Tina Modotti. En ese momento cuestioné por qué, a pesar de tener valiosas exponentes nacionales, seguimos dedicando nuestros eventos a autoras extranjeras o es que acaso María Eugenia Haya o Marta María Pérez no tienen una labor lo suficientemente amplia como para desarrollar un evento en su nombre. O quizás Encarnación Iróstegui reconocida como nuestra primera fotógrafa. Evidentemente hay una gran carencia informativa debido al, aún débil, sistema de formación artístico-fotográfico. Además, nuestros niveles de análisis y de acercamiento al medio resultan aún ineficientes, desconocedores del hacer fotográfico internacional y de modelos críticos cuestionadores. No obstante, existen evidencias y acá te he dado algunas de que la producción realizada por mujeres no está siendo pasada por alto.

En  cuanto al mayor incremento de mujeres en la fotografía debe quedar algo claro, los proyectos no son para llenar nóminas. Es decir, no vamos a realizar una exposición contando cuántas mujeres hay, cuántos hombres, cuántos negros, cuántos blancos, cuántos de provincia… Debemos evitar la invisibilización y el desconocimiento de los procesos creativos de otras regiones y grupos sociales, pero debe existir una obra que respalde su incorporación a los proyectos curatoriales e investigativos. Debe existir un juicio crítico ante todo si no, es otra cosa.

Notas:
Este artículo fue publicado originalmente en el sitio Inter Press Service en Cuba.
Cada artículo expresa exclusivamente las opiniones, declaraciones y acercamientos de sus autores y es responsabilidad de los mismos. Los artículos pueden ser reproducidos total o parcialmente citando la fuente y sus autores.
Imágenes destacadas en el artículo:
Gertrudis Rivalta. Teatrillos, 2012. Fotografía digital. © Gertrudis Rivalta. Cortesía de la artista.