Miguel García / La Habana, 2017.

Marta María Pérez Bravo transita tanto por la fotografía como por el videoarte. Sin rompimientos ni saltos, como un recorrido natural que la lleva a incorporarle movimiento a la imagen fija, la fotógrafa presenta su más reciente exposición personal Peticiones en los espacios de la Galería La Acacia.

Quienes pudieron disfrutar su anterior muestra titulada Ausencias presentes, exhibida en la Galería Servando Cabrera Moreno en diciembre de 2014, recordarán que en aquella ocasión el video era la fuente exclusiva de expresión. Ello no suponía una traición a la fotografía, al contrario, se observaba la necesidad de desbordar los márgenes temporales de la instantánea por parte de la artista, sin perder los referentes temáticos que habían encausado su producción.

En plenas correspondencia con estas ideas, Peticiones  se adentra en el universo de las creencias asociadas a las prácticas religiosas afrocubanas, con especial interés por el espiritismo[1]. Para ello la artista incorpora coherentemente fotografía y video. Ambos soportes expresivos propician un diálogo sin tensión, donde se manifiesta la convergencia de lo procesual en este tipo de creaciones. De ahí que el resultado final -ese del cual se beneficia la crítica- sea el fruto de un proceso de investigación, concepción, preparación escenográfica y la postproducción digital. En este sentido el proceso creativo desarrollado por Marta toma como punto de partida la fotografía para expandirse al terreno de la videocreación.

En efecto se puede apreciar un proceso de retroalimentación desde la propia concepción ideo-estética. La visualidad de las fotografías y los videos es la misma, desde el punto de vista escenográfico -favorecido por la utilización del blanco y el negro exclusivamente- y temático. Así tanto en un soporte como en el otro se observa el gusto por el encuadre tradicional, por la limpieza estética de la imagen y por las acentuadas luces y sombras. De este modo los videos registran acciones realizadas por las manos (Peticiones, 2017), como pueden ser encender velas y ofrecérselas a los espíritus para que escuchen los reclamos o peticiones. Por su parte el lente fotográfico connota estas acciones de forma que capta imágenes donde se observan velas derretidas (Peticiones no escuchadas, 2017). A este hecho se suma la serie Apariciones tangibles (2011), donde se muestra una secuencia fotográfica que capta una mano hasta que llega a establecer contacto con otra en una de las composiciones que le suceden. Así las imágenes funcionan como documento que marca el devenir de la acción.

Sobre los referidos procederes debemos decir que se advierte una proyección performática en el quehacer de Marta María. Ejemplo fehaciente de ello es el video Corona, 2017 en el cual la propia artista porta una corona en su cabeza y hace que esta traspase la sábana que cubre su cuerpo. Quizás el terreno del performance pueda ser explotado por la creadora en próximas incursiones.

En otros términos es necesario abordar las luces y sombras que acompañaron la propuesta museográfica. Al respecto la exposición denota la dificultad que supone la utilización de varias salas -fragmentadas en su conjunto- de la Galería La Acacia. En este caso quedaron deudas pendientes y el reto de orientar un recorrido coherente, puesto que en muchos casos el espectador podía visibilizar primero las obras más recientes de Marta María Pérez para después entroncarlas con su producción correspondiente a finales del siglo XX y principio del siglo XXI o viceversa. Sin dudas un marco temporal muy fértil y experimental para la artista que crea añoranza.

Para ilustrar este período se dispuso la primera sala o tercera, según oriente el público su recorrido. En este espacio la espiritualidad se siente de forma particular, los referentes a imágenes utilizadas en la Regla de Osha-Ifá (Eleggua) se imbrican con fotografías del cuerpo de la creadora, -visto este como medio de expresión que condensa significados materiales y espirituales- lo cual puede aludir al origen, al nacimiento de las prácticas religiosas afrocubanas, su relación con la naturaleza y la pervivencia e imbricación del mundo material y espiritual. Si bien estas fotografías se circunscriben a la temática que acompañado a Marta María Pérez durante su fructífera trayectoria a la vez que recrean una mirada retrospectiva de su labor, los soportes fotográficos aportan una visualidad diferente.

Sobre la puesta en escena, hay que señalar además que se ha apelado a una muy bien desarrollada escenografía que semeja una cámara oscura. La luz tenue y los contrastes de sombras recrean una atmósfera de sobrecogimiento, intimidad y respeto. Todo ello dialoga con gran parte de las obras, en muchas de las cuales sobresale la imagen de las velas. La vela es la ofrenda básica para los espíritus, es la que inicia la comunicación entre los “vivos” y los “muertos”, puesto que estos últimos necesitan luz. Así las peticiones pueden ser escuchadas o no, eso dependerá de la fe. El alto grado de espiritualidad que emana en su conjunto funge como significante de un terreno que alude a lo intangible y a su vez recrea una especie de camino que permite comunicar dos mundos.

Para quien es considerada por la crítica especializada como la primera mujer que en la historia del desnudo fotográfico cubano posee una mirada autorreferencial, es difícil escapar a tantas etiquetas y estigmas. Lo cierto es que los escenarios de Marta María Pérez pasan por una mirada intimista y personal, donde reinterpreta los conceptos materiales y espirituales de la religión, donde todo se explora, donde no debemos emitir juicios únicos y excluyentes. Recuerdo que en una ocasión le pregunté al reconocido fotógrafo René Peña el porqué de la recurrencia incesante a su propio cuerpo en la mayor parte de su quehacer, es decir, por qué esa autorreferencialidad. La respuesta fue sencilla: “me es más cómodo y sencillo utilizar mi cuerpo como modelo” y punto.

Y es que la ganadora del Primer Premio de Fotografía en Nude’96 (1996) transforma palabras e ideas en imágenes, como se constata desde el propio título de la exposición y su materialización fotográfica. Para ello puede utilizar su propio cuerpo o no. Ella lo emplea para trasmitir un concepto que manifiesta la individualidad de un sujeto cualquiera, donde no importa el tan llevado y traído argumento de sexo. Su poética es inconfundible, no por gusto cuando se habla de fotografía cubana, Marta María Pérez es un referente que lleva implícito su propio sello. La muestra Peticiones no es la excepción del caso, ejemplifica la buena factura y la consistencia artística, encausada por un profundo acto de fe donde se aprecia respeto y conocimiento.

Citas:
[1] En el texto adosado a una de las paredes de las salas expositivas rezan las palabras de la creadora cuando refiere sobre su propia obra: “El tema fundamental de mi obra se basa en la investigación de las diferentes manifestaciones religiosas de origen afrocubano, así como las del llamado espiritismo…”. Esta frase crea un lapsus linguae que parece excluir al espiritismo de las prácticas religiosas de origen afrocubano cuando en realidad forma parte de estas.
Notas:
Este artículo fue publicado originalmente en el sitio Art OnCuba.
Cada artículo expresa exclusivamente las opiniones, declaraciones y acercamientos de sus autores y es responsabilidad de los mismos. Los artículos pueden ser reproducidos total o parcialmente citando la fuente y sus autores.
Imágenes destacadas en el artículo:
Marta María Pérez Bravo. Cuanto encontró para vencer, 2000. Impresión en plata sobre gelatina. 173 x 376 cm. © Marta María Pérez Bravo. Cortesía de la artista.

Miguel García / La Habana, 2017.

Marta María Pérez Bravo transita tanto por la fotografía como por el videoarte. Sin rompimientos ni saltos, como un recorrido natural que la lleva a incorporarle movimiento a la imagen fija, la fotógrafa presenta su más reciente exposición personal Peticiones en los espacios de la Galería La Acacia.

Quienes pudieron disfrutar su anterior muestra titulada Ausencias presentes, exhibida en la Galería Servando Cabrera Moreno en diciembre de 2014, recordarán que en aquella ocasión el video era la fuente exclusiva de expresión. Ello no suponía una traición a la fotografía, al contrario, se observaba la necesidad de desbordar los márgenes temporales de la instantánea por parte de la artista, sin perder los referentes temáticos que habían encausado su producción.

En plenas correspondencia con estas ideas, Peticiones  se adentra en el universo de las creencias asociadas a las prácticas religiosas afrocubanas, con especial interés por el espiritismo[1]. Para ello la artista incorpora coherentemente fotografía y video. Ambos soportes expresivos propician un diálogo sin tensión, donde se manifiesta la convergencia de lo procesual en este tipo de creaciones. De ahí que el resultado final -ese del cual se beneficia la crítica- sea el fruto de un proceso de investigación, concepción, preparación escenográfica y la postproducción digital. En este sentido el proceso creativo desarrollado por Marta toma como punto de partida la fotografía para expandirse al terreno de la videocreación.

En efecto se puede apreciar un proceso de retroalimentación desde la propia concepción ideo-estética. La visualidad de las fotografías y los videos es la misma, desde el punto de vista escenográfico -favorecido por la utilización del blanco y el negro exclusivamente- y temático. Así tanto en un soporte como en el otro se observa el gusto por el encuadre tradicional, por la limpieza estética de la imagen y por las acentuadas luces y sombras. De este modo los videos registran acciones realizadas por las manos (Peticiones, 2017), como pueden ser encender velas y ofrecérselas a los espíritus para que escuchen los reclamos o peticiones. Por su parte el lente fotográfico connota estas acciones de forma que capta imágenes donde se observan velas derretidas (Peticiones no escuchadas, 2017). A este hecho se suma la serie Apariciones tangibles (2011), donde se muestra una secuencia fotográfica que capta una mano hasta que llega a establecer contacto con otra en una de las composiciones que le suceden. Así las imágenes funcionan como documento que marca el devenir de la acción.

Sobre los referidos procederes debemos decir que se advierte una proyección performática en el quehacer de Marta María. Ejemplo fehaciente de ello es el video Corona, 2017 en el cual la propia artista porta una corona en su cabeza y hace que esta traspase la sábana que cubre su cuerpo. Quizás el terreno del performance pueda ser explotado por la creadora en próximas incursiones.

En otros términos es necesario abordar las luces y sombras que acompañaron la propuesta museográfica. Al respecto la exposición denota la dificultad que supone la utilización de varias salas -fragmentadas en su conjunto- de la Galería La Acacia. En este caso quedaron deudas pendientes y el reto de orientar un recorrido coherente, puesto que en muchos casos el espectador podía visibilizar primero las obras más recientes de Marta María Pérez para después entroncarlas con su producción correspondiente a finales del siglo XX y principio del siglo XXI o viceversa. Sin dudas un marco temporal muy fértil y experimental para la artista que crea añoranza.

Para ilustrar este período se dispuso la primera sala o tercera, según oriente el público su recorrido. En este espacio la espiritualidad se siente de forma particular, los referentes a imágenes utilizadas en la Regla de Osha-Ifá (Eleggua) se imbrican con fotografías del cuerpo de la creadora, -visto este como medio de expresión que condensa significados materiales y espirituales- lo cual puede aludir al origen, al nacimiento de las prácticas religiosas afrocubanas, su relación con la naturaleza y la pervivencia e imbricación del mundo material y espiritual. Si bien estas fotografías se circunscriben a la temática que acompañado a Marta María Pérez durante su fructífera trayectoria a la vez que recrean una mirada retrospectiva de su labor, los soportes fotográficos aportan una visualidad diferente.

Sobre la puesta en escena, hay que señalar además que se ha apelado a una muy bien desarrollada escenografía que semeja una cámara oscura. La luz tenue y los contrastes de sombras recrean una atmósfera de sobrecogimiento, intimidad y respeto. Todo ello dialoga con gran parte de las obras, en muchas de las cuales sobresale la imagen de las velas. La vela es la ofrenda básica para los espíritus, es la que inicia la comunicación entre los “vivos” y los “muertos”, puesto que estos últimos necesitan luz. Así las peticiones pueden ser escuchadas o no, eso dependerá de la fe. El alto grado de espiritualidad que emana en su conjunto funge como significante de un terreno que alude a lo intangible y a su vez recrea una especie de camino que permite comunicar dos mundos.

Para quien es considerada por la crítica especializada como la primera mujer que en la historia del desnudo fotográfico cubano posee una mirada autorreferencial, es difícil escapar a tantas etiquetas y estigmas. Lo cierto es que los escenarios de Marta María Pérez pasan por una mirada intimista y personal, donde reinterpreta los conceptos materiales y espirituales de la religión, donde todo se explora, donde no debemos emitir juicios únicos y excluyentes. Recuerdo que en una ocasión le pregunté al reconocido fotógrafo René Peña el porqué de la recurrencia incesante a su propio cuerpo en la mayor parte de su quehacer, es decir, por qué esa autorreferencialidad. La respuesta fue sencilla: “me es más cómodo y sencillo utilizar mi cuerpo como modelo” y punto.

Y es que la ganadora del Primer Premio de Fotografía en Nude’96 (1996) transforma palabras e ideas en imágenes, como se constata desde el propio título de la exposición y su materialización fotográfica. Para ello puede utilizar su propio cuerpo o no. Ella lo emplea para trasmitir un concepto que manifiesta la individualidad de un sujeto cualquiera, donde no importa el tan llevado y traído argumento de sexo. Su poética es inconfundible, no por gusto cuando se habla de fotografía cubana, Marta María Pérez es un referente que lleva implícito su propio sello. La muestra Peticiones no es la excepción del caso, ejemplifica la buena factura y la consistencia artística, encausada por un profundo acto de fe donde se aprecia respeto y conocimiento.

Citas:
[1] En el texto adosado a una de las paredes de las salas expositivas rezan las palabras de la creadora cuando refiere sobre su propia obra: “El tema fundamental de mi obra se basa en la investigación de las diferentes manifestaciones religiosas de origen afrocubano, así como las del llamado espiritismo…”. Esta frase crea un lapsus linguae que parece excluir al espiritismo de las prácticas religiosas de origen afrocubano cuando en realidad forma parte de estas.
Notas:
Este artículo fue publicado originalmente en el sitio Art OnCuba.
Cada artículo expresa exclusivamente las opiniones, declaraciones y acercamientos de sus autores y es responsabilidad de los mismos. Los artículos pueden ser reproducidos total o parcialmente citando la fuente y sus autores.
Imágenes destacadas en el artículo:
Marta María Pérez Bravo. Cuanto encontró para vencer, 2000. Impresión en plata sobre gelatina. 173 x 376 cm. © Marta María Pérez Bravo. Cortesía de la artista.